El concepto del negocio surgió debido a que uno de sus fundadores, durante su época como estudiante universitario, se alojaba en residencias estudiantiles. Una de ellas era utilizada por mochileros europeos debido a la inexistencia de Hostels en la ciudad de Buenos Aires en esos momentos. Como resultado de esta experiencia adquirida, los hermanos Fernando y Diego Giles, decidieron fundar su primer Hostel bajo el nombre de "New Generation Youth Hostels". Este nuevo Hostel fue instalado en un departamento del barrio de San Telmo, Buenos Aires, en el año 1997 y contaba con 17 camas.
Un año más tarde, luego de una investigación de mercado llevada a cabo por ellos en Estados Unidos acerca del modelo de negocio, decidieron la apertura de un nuevo Hostel cuyo nombre sería "Che Lagarto Hostels."
La idea surgió en 1994 del chispazo entre Diego Giles –que tenía 22 años– y su hermano Fernando (20), fascinados por las historias de los jóvenes europeos que llegaban a Buenos Aires en su ruta por Sudamérica. Diego cuenta que “nos embarcamos en este negocio porque nos permitía continuar con nuestros estudios universitarios –podíamos dedicarle tiempo parcial–, nos resultaba atractivo porque el público usual de mochileros extranjeros era muy interesante, todos amábamos viajar, el proyecto nos resultaba viable porque cuadraba con nuestras escasas posibilidades financieras y además casi no había competencia”.
Sumaron a Gabriela, la entonces novia de Diego, y en 1996 empezaron con 10.000 pesos y unas camas que su papá les construyó en su fábrica de carteles. Sin ninguna planificación, alquilaron una propiedad, instalaron las camas y se pusieron a repartir folletos en Retiro para conseguir pasajeros. ¿Resultado? Un éxito comercial, pero que por falta de permisos municipales y otros desajustes sólo duró ocho meses.
“Entendimos que debíamos ordenarnos, y en marzo de 1997 empezamos de nuevo: conseguimos un préstamos familiar, alquilamos un inmueble más grande, hicimos los trámites necesarios, cambiamos el nombre –nacía Che Lagarto hostels–, hicimos un logo, encaramos acciones de marketing, organizamos la administración y contratamos a nuestra primera empleada”. La historia grande ya estaba en marcha.
“Nunca sentimos que errar fuera un problema; así aprendimos a mejorar”, cuenta Giles. Y admite que otro aprendizaje clave fue el de separar la vida familiar del negocio familiar. “Ahora tenemos un equilibrio bárbaro, compartimos asados sin hablar ni una vez de los hostels”, se enorgullece.
Para profesionalizar la gestión del hostel, el trío de socios invirtió en un viaje a Estados Unidos, para conocer de primera mano el modelo de negocio. La fórmula se fue puliendo, y empezaron a abrir nuevas sucursales. El crecimiento fue tal que en 2008 dieron otro paso y empezaron a vender la franquicia de Che Lagarto. “Los hostels son negocios pequeños que necesitan la figura del dueño para temas cotidianos. Por eso decidimos franquiciar: nosotros aportamos el flujo de clientes y el know how operativo y el franquiciado cuida el día a día de su negocio”, explica Diego. El costo de la franquicia es de entre 10.000 y 30.000 dólares, más un canon mensual de 4%. “Ahora nosotros sólo operamos los tres de Río de Janeiro, Buenos Aires, Santiago de Chile, Montevideo, Isla Grande y Paraty”. Contando los otros 16, la marca –cuya base es el sitio web www.chelagarto.com– ofrece más de 1.300 plazas y aloja a unos 55.000 jóvenes por año.
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